Martes Santo. Jesús Nazareno sale a las calles de Pozoblanco y el silencio se hace al verlo que pasa. Emociones que se reviven, oraciones que se elevan al cielo de su cara, miradas que se clavan en sus ojos y sienten que les habla. ¡Cuántas lágrimas derramadas ante Él, cuántas oraciones susurradas, cuántas gracias dadas! Y sus manos, abrazadas a la cruz, a nosotros nos abrazan agarrando las cruces que cada uno arrastra. Entre una multitud, Jesús Nazareno avanza y, a cada paso que da, suscita una alabanza. ¡Viva el Hijo de Dios que nos ama y que nos salva!
Y qué decir de su Madre que camino del calvario le acompaña aún a sabiendas del fatal destino que le aguarda. Madre transida de dolor, por siete puñales atravesada. Sólo le queda el consuelo de las santas mujeres que la acompañan. Pero, no te preocupes, Madre, que pronto llegará la Pascua y Jesús resucitará para quedarse por siempre en nuestras almas.