La Congregación de Hermanos y Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno se funda en Córdoba el 11 de febrero de 1673 por el Padre Cristóbal de Santa Catalina.
Cristóbal López de Valladolid y Orea nació en Mérida en 1638. Con tan sólo 23 años es ordenado sacerdote y con 29 se traslada a Córdoba, después de sobrevivir a una gravísima enfermedad, para emprender una vida de penitencia como eremita en el desierto del Bañuelo. Es entonces cuando adopta el sobrenombre de Santa Catalina. En 1670 toma el hábito de San Francisco en el cordobés convento de Madre de Dios y funda en el Bañuelo la Congregación de Ermitaños de San Francisco y San Diego. Un año después profesa en la Orden Tercera de Penitencia de San Francisco y en 1673, viendo las penurias que sufrían un gran número de mujeres y aprovechando el pequeño hospital que tenía la Cofradía de Jesús Nazareno de Córdoba, funda “para la pública utilidad” la Hospitalidad de Jesús Nazareno y, con ello, la Congregación de Hermanos y Hermanas Hospitalarias, éstas para cuidar a las mujeres enfermas y aquéllos para pedir limosna, ambos unidos por el lema “Mi providencia y tu fe tendrán esta casa en pie”.
Poco a poco su obra se fue extendiendo y a la Casa Madre de Córdoba se le irían uniendo otras en nuestra provincia y en otros lugares de Andalucía y de fuera de nuestra comunidad. Un papel muy importante en esta expansión lo desempeñó su discípulo Diego de la Cruz. Éste llegaba a Pozoblanco en 1683 y, junto con la Venerable Marta Peralbo, fundaba la segunda casa de la Congregación, haciéndose cargo del pequeño hospital que, al igual que en el caso de Córdoba, regentaba la Cofradía de Jesús Nazareno. Después vendrían las fundaciones de las casas de Hinojosa del Duque, Montoro y otras localidades tanto dentro como fuera del ámbito provincial.
Con el transcurrir del tiempo, la Congregación sale de las fronteras de España y hoy en día está presente en diferentes zonas del mundo como Italia, Perú, República Dominicana, Haití, Guatemala y, naturalmente, España. Por el camino se produjo la triste desaparición de los hermanos allá por los años veinte del siglo pasado, siendo precisamente en Pozoblanco donde pervivieron los últimos. No obstante ésta y otras vicisitudes pasadas durante los más de trescientos años de existencia de la Congregación, las Hermanas Hospitalarias siguen actualmente con la excepcional labor que emprendiera el Beato Padre Cristóbal de asistir a los más necesitados allá donde se encuentren.
