Ayer por la tarde, a la sombra del patio de la Santa Casa, entre el rumor del agua clara del surtidor que lo refresca y lo adorna, Raquel Castro defendió la alegría a través de la música como medio para realizar unos ejercicios prácticos con los instrumentos musicales, que les había repartido a los Ancianos de Jesús Nazareno. Todos participamos de la «tarde festiva«.  

Ayer volvimos a evocar los versos de Mario Benedetti en «Defensa de la alegría»: [… defender la alegría como un principio … defender la alegría como una bandera… defender la alegría como un destino… defender la alegría como una certeza… defender la alegría como un derecho…]

La tarde azul, luminosa y llena de paz propició la alegría. Al atardecer, la Madre Admirable, Virgen de Luna con su Niño en brazos, pasaba por la puerta del Santo Hospital sonriéndonos de «Alegría».