Hemos de pedir disculpas a quienes hayan echado de menos la lectura de la pequeña crónica, que escribimos normalmente los jueves, de lo acontecido la tarde del miércoles en el Grupo de Lectura del Santo Hospital. Excepcionalmente, la escribimos hoy viernes cuando el día está ya en su penúltima hora. Acepten nuestras disculpas justificables, porque esta circunstancia ha sido debida a motivos laborales de quien les escribe semanalmente. Pero, acéptenlas, sólo, si la han echado de menos en su horario habitual. Y se lo agradecemos.
Dicho lo cual, queremos ponerles al corriente del tema de que hablamos y de quién nos lo enseñó.
Don Diego Cabrera, maestro vocacional, quien con la amabilidad y la afabilidad que le caracterizan, nos dijo, sin dudar, cuando se lo propusimos, que estaba en su ánimo acompañar a los Ancianos de Jesús Nazareno y hablarles en esa tarde de la tradicional fiesta de San Isidro, que se celebra en Pozoblanco desde tiempos inmemoriales. Y así lo hizo de una forma amena y distendida, entablandose pronto la conversación entre Todos.
Él trajo para la ocasión un libro titulado «San Isidro en Los Pedroches», que ha editado la Hermandad de San Isidro Labrador de Pozoblanco, escrito por Don Manuel Moreno Valero. En este libro está registrada la tradición del santo patrono de los labradores españoles, siendo Juan XXIII el Papa que lo declaró a petición del Primado de España, en 1960.
Diego Cabrera nos contó muchos detalles, fechas y datos rigurosos de esta fiesta en Pozoblanco, y de la tradición de las Muñecas de San Isidro, donde se canta una coplilla que hace alusión a una tal «Filomena», a quien relacionan como denunciante ante el patrono de San Isidro, que se llamaba Iván de Vargas, de que aquél abandonaba la yunta para dedicar el tiempo a sus rezos… La coplilla dice así: <<Filomena me llamo, soy desgraciada: el catorce de mayo muero quemada>>.
La conversación, sin cansancio, sobre estas tradiciones se prolongó hasta bien entrada la tarde gracias a la maestría y afabilidad del invitado a la tertulia: Diego Cabrera, quien nos regaló el libro citado.
Gracias, Diego.